Con un morral de 8 Kg, una maleta
de 10 Kg, un morral de 20 L y un bolso, partimos, mi esposa (Diana) y yo, el
sábado 20 de Julio de 2013, rumbo al aeropuerto El Dorado, muy a las 6 a.m.
Tras hacer el check-in, y ya ligeros de equipaje, desayunamos y abordamos el
avión, que en 3 horas y pico nos llevaría a La Habana, Cuba.
Luego
de dormir película, comenzamos el descenso ante el espléndido mar, literal,
agua marina, y el borde de la isla; acercándonos a tierras verdes y finalmente
a una ciudad de tamaño medio, estuvimos pronto abrazados por el calor de 32° C
de La Habana, bajo el rayo de sol que hacía brillar la pintura de carros modelo
50, 60 y máximo 80. Vehículos de marca Chevrolet, Oldsmobile, Plymouth, Lada,
Volga y Ford.
Después de cruzar la ciudad con
una rápida explicación por parte de la guía, llegamos al Hotel Comodoro, que,
por cierto, recomendamos a ojo cerrado, dada su arquitectura, buena atención,
piscina y excelente restaurantes, siempre con shows musicales típicos de la
música cubana con todas las complacencias del caso.
En la retina quedaban retenidas
imágenes de monumentos, edificios, carros antiguos, gente en las calles, que
luego visitaríamos con toda la calma… en medio del afán. Descargamos el
equipaje y salimos a buscar algo para comer; en el mercado al que entramos
encontramos Sal Refisal y Waffers Italo, muy colombianas. De resto, no había
mucho, estantes más bien vacíos, y no mucho de donde escoger. Compramos
galletas españolas y un par de gaseosas marca Ciego Montero, única empresa del
estado (como todas) productora de agua embotellada y gaseosa. Luego descubriríamos
la Coca Cola, pero con un sabor más dulce y sin tanto gas como la nuestra. Ante
la sorpresa, leeríamos: Hecho por Coca Cola México. Los mexicanos han
modificado la fórmula que creíamos universal y eso no sabe igual.
De
regreso al hotel, “apareció”, en una esquina, una caseta amarilla, con los
letreros de Maggi y de Sandwich; en donde, por curiosidad, pedimos 2 sandwichs,
y pregunté “cuánto es?”, ante lo que me respondieron; “uno” (1 cuc; es la
divisa creada para los turistas; que corresponde a casi 2000 pesos colombianos.
Ellos tienen su propia moneda que es el cup (peso cubano)); ante lo cual alisté
2 cuc, pero me dijeron; “no, 1 cuc los 2 sandwichs”. Realmente es lo único
barato allá; y es el verdadero y legítimo sándwich cubano, muy, muy, pero muy
bueno, y, muy diferente al que comemos acá. Y no podía ser diferente, no sólo
por estar allá, sino porque es preparado por un par de negritas cubanas, con el
equipo de sonido a todo volumen, bailando al son de música caribeña, cortando
pan, y poniendo los sandwichs en una plancha (prensa) caliente.
En
la noche, a plena luz del día, pues el sol se esconde a las 8:11 p.m.
(cronometrado por 3 noches seguidas), degustamos un par de deliciosas cervezas
cubanas, la Bucanero, y la Cristal. La primera es una cerveza con 6% de volumen
de alcohol, similar a la Club Colombia; la segunda es de 4,5% Vol, parecida a
la Aguila Light. Ambas de muy buen sabor, cuerpo y aroma … lo de cuerpo me lo
inventé, ni siquiera sé si ese término es válido para cervezas; en todo caso
muy ricas.
Luego, de vuelta al hotel, a
canalear por los 5 canales y a dormir, pues al día siguiente debíamos estar
listos, bañados y emperifollados para el
city tour.
Hasta mañana.