domingo, 26 de diciembre de 2010

Vivir o no vivir…


Hemos escuchado a lo largo de nuestra vida, que tal o cual persona se suicidó. En ocasiones son personas cercanas, medianamente cercanas, o desconocidos, seguramente de la farándula. Independiente del vínculo que exista, son eventos que siempre nos tocan de alguna manera, unas veces más profundamente que otras; a algunos más que a otros; dependiendo de nuestra forma de ser, de nuestra sensibilidad – supongo -, y de la cercanía con esa persona.

Mucho se ha dicho al respecto. Siempre se elucubra sobre el o los motivos que lo (a) llevaron a hacerlo, que una vida llena de dificultades, que el marido la dejó con no sé cuántos hijos, que los problemas económicos, que estaba sola en la vida, que se quebró, e infinidad de posibles motivos más; lo cierto es que no tenemos certeza sobre qué lleva a ciertas personas a terminar con sus vidas.

Los científicos han dicho que se trata de desordenes a nivel neurológico, – y seguramente tienen razón – en los que no hay una adecuada producción de ciertos neurotransmisores que son los encargados de lo que llamamos el instinto de supervivencia, son los encargados de nuestro estado emocional, y por lo tanto de mantenernos felices o, al menos, en un estado “neutro” en el que si no estamos absolutamente felices, tampoco estamos deprimidos, y también se encargan de hacer que evitemos las situaciones riesgosas, tanto externas como autoinfligidas.

Si existen fallas metabólicas que llevan a que nuestro cerebro tenga unos niveles inferiores a lo normal de dichas sustancias, los aspectos mencionados se verán afectados, y es ahí donde tenemos a las personas que sufren depresiones, a veces, incluso sin motivo aparente, son las personas que hablan de terminar sus vidas. También han dicho los expertos que siempre debemos poner atención ante las expresiones suicidas, que no se debe ignorar sus comentarios, que se debe alertar a la familia, hacerle un seguimiento y, finalmente, remitir al especialista.

Sin embargo, si tenemos en cuenta la historia de quienes llegan a cometer el acto suicida, y vemos que a pesar de los intentos de ayuda por parte de la familia, amigos y especialistas, lo llevan a cabo, podemos pensar que ante fallas fisiológicas, la ayuda psicológica, y por tanto externa, no tiene mayor efecto sobre la decisión de quitarse la vida.

Algunos suicidas dan todas las señales del mundo, otros algunas pocas, y otros no dan señal alguna. Dicen, también los expertos, que la decisión de quitarse la vida no se toma en el momento en que se lleva a cabo, sino que ya se ha tomado tiempo atrás y, simplemente, se espera el momento para hacerlo, tal vez ante algún detonante o en un momento de muy bajo nivel de serotonina, noradrenalina y dopamina, neurotransmisores encargados de mantener nuestro estado emocional en modo “feliz”.

Siendo esto así. Creo que no debemos matarnos la cabeza pensando qué pudo haberlo llevado a suicidarse. La respuesta sería muy sencilla; bajos niveles de los neurotransmisores mencionados anteriormente. Tampoco debemos culparnos por no haberlo notado antes, si es probable que no pudiéramos hacer nada. Y tampoco es lógico pensar que si hubiéramos hecho tal o cual cosa esta tragedia no habría ocurrido; seguramente sí habría ocurrido en algún momento.

Lo que pasa es que esto es una enfermedad que afecta el cerebro, y afecta funciones específicas de dicho órgano, y esas funciones se reflejan en el estado de ánimo, en algo que relacionamos con lo sicológico y no con lo físico. Pero es una enfermedad igual a cualquier otra, como el cáncer, la insuficiencia renal o hepática, los infartos, etc. Y nunca he oído a nadie culparse o mortificarse pensando si podría haber evitado su muerte si hubiera hecho algo. Las entendemos como enfermedades que se producen naturalmente o, bien, por nuestro estilo de vida; y sabemos que en algún momento esa persona morirá, así no queramos que suceda.

Suele oírse, tras un caso de suicidio la típica frase: “lo tenía todo para ser feliz”; pero y quién dijo que tener cosas hace a la gente feliz? Quién dijo que ser bonita, tener buen cuerpo, plata, estudios, viajes, familia, amigos, etc. hace a la gente feliz? Seguramente son aspectos que aportan a sentirse bien, pero que no necesariamente se asocian a una felicidad. Muchos conocemos gente que no tiene nada de eso, viven en la calle, rebuscan la comida entre la basura o pidiendo a los transeúntes y propietarios de restaurantes, visten la misma ropa por mucho tiempo y son felices; también encontramos niños en las fundaciones, a las cuales sus mismos familiares los han llevado por diferentes motivos y, al ser visitados cuentan sus vidas, cuentan como fueron abandonados, y cuentan con la alegría que hace brillar sus ojos como son de felices viviendo sin familia, con unos pocos amigos, lejos de su casa, con la poca comida y vestido que reciben de la donaciones. También conocemos gente que teniendo gran cantidad de cosas materiales y dinero, deciden regalarlo todo y dedicarse a la ayuda humanitaria, y claramente son más felices que los que montan una fachada de felicidad hecha de rumbas, trago, droga, amigos de parranda, lujos, etc. De manera que no hay relación alguna entre el “tenerlo todo” y realizar un acto, aparentemente opuesto al estilo de vida; y más cuando es un “tenerlo todo” salido de una sociedad capitalista y materialista.

Otra típica frase es “y no pensó en los que se quedan acá con el dolor de su muerte… cómo fue capaz”; pero es que eso tampoco se piensa ni se medita cuando el cerebro no funciona correctamente, ese tipo de pensamientos no existen. Cómo podrían existir si lo primero que se perdió fue el instinto de supervivencia, ese autocuidado que todos tenemos y por el que procuramos no golpearnos el dedo meñique del pie contra la pata de la cama (aunque pasa), por el que evitamos cualquier dolor físico innecesario y, muchas veces, evitamos hacer cosas que pudieran lesionarnos, como pasar por una determinada calle a una determinada hora.

Y una tercera frase, y que la tomo de uno de los reportajes escritos a causa del suicidio de Lina Marulanda (quien en últimas inspira este blog) es “Muchos no entienden cómo alguien que transmitía tanto amor por la vida pudo tomar esa decisión”. Volvemos a lo mismo; no hay relación entre transmitir amor y suicidarse. Yo también conocí a una niña de 17 años (según nuestras leyes somos niños hasta los 18 años) quien también expresaba amor, era bonita, buena estudiante, querida, con buenos amigos, con muchos logros ya alcanzados y otros a la vuelta de la esquina, perteneciente a una familia adinerada, con una gran inteligencia, excelente estudiante; y nada de lo anterior tuvo la más mínima influencia para que un día tomara la decisión, y la aplazara, para un mes más tarde, llevarla a cabo.

Yo estaba en deuda de escribir este blog. Ya había comenzado a escribirlo, aproximadamente 8 meses atrás, y quedó en veremos, supongo que entre las otras ocupaciones y que la musa de la inspiración no me acompañaba por esa época, se aplazó su desarrollo hasta hoy. Estaba en deuda con Sonita, quien espero que ahora pueda leerlo y entienda mejor lo que intenté explicarle cuando Lina Marulanda se suicidó, ante su desconcierto y la duda que le surge a muchos; “por qué?”.

Me imagino que siempre hay que dar la posibilidad de que esas personas reciban ayuda y puedan superar la dificultad por la que atraviesan y, tal vez, podamos evitar un suicidio; pero también debemos tener presente lo que explico acá. No es fácil aceptarlo así, pero es la realidad y, seguramente, lo seguirá siendo mientras la ciencia encuentra la forma de hacer que se produzcan los neurotransmisores faltantes o que se puedan reemplazar artificialmente, al estilo de la insulina.

Y como siempre, nuestra única y mejor opción es disfrutar de la gente en vida…

domingo, 19 de diciembre de 2010

OLA (INVERNAL) DE AYUDA HUMANITARIA


Manos desconocidas abren cajas de mercados previamente armados por almacenes Éxito, Carrefour y Alkosto, clasifican su contenido; en una canasta el azúcar, en otra la sal, en otra el arroz y así con los veinti-pico productos que contiene cada caja.

Al otro lado de la “barra” de clasificación, otras manos desconocidas de voluntarios de la Cruz Roja Colombiana, re-empacan los productos en caja de 23 - 24 Kg, cuyo contenido debe alcanzar para una familia de 5 personas, para una semana. No sé muy bien cómo eso alcanza para tanto, pero son los cálculos de la Cruz Roja.

Frente a una barra con rodillos sobre los cuales las cajas se deslizan fácilmente, se alinean los voluntarios que van empacando la misma cantidad de azúcar, sal, arroz, panela, aceite, enlatados, etc. en cada una de las cajas que se apilan sobre estivas, que luego son levantadas por montacargas y llevadas a los camiones de la Cruz Roja, para ser llevadas a los diferentes sitios en donde las inundaciones dejaron víctimas sin casa, sin cultivos, sin comida. Allí serán entregadas por otros voluntarios más.

Cuatro pequeñas manos también colaboran en la labor en las instalaciones de la Cruz Roja en Bogotá, en la Cr. 68 con Cll 67. Esas pequeñas manos pertenecen a un niño y a una niña de aproximadamente 8 y 10 años respectivamente, quienes junto con su mamá cargan cajas, las abren, sacan los productos y los clasifican. Trabajan tan duro como los adultos y descansan menos; tienen un ánimo y unas ganas de colaborar que ya muchos adultos perdieron o nunca tuvieron. Son los más juiciosos a la hora de clasificar los productos, apilándolos de manera que quede organizado, que no se mezclen y que no se caigan las inmensas torres de comida. Y no están todo el domingo frente al televisor…

Y sí son inmensas las torres de comida. Cuando íbamos terminando con la primera estiva de cajas, que debía tener alrededor de 60 cajas o más, escuchamos un sonido que se repetiría muchas veces durante la tarde, rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, pi pi pi pi pi pi pi; el inconfundible sonido del montacargas que trabajaba a la par de los voluntarios bajando toda la ayuda que llegaba en los camiones y camionetas de la Cruz Roja, y sacando las cajas listas para ser entregadas.

Pronto nos vimos atrapados por barricadas de cajas de alimento que nos rodeaban, dejando poco espacio para movernos en nuestra labor de clasificación. Otras manos más se sumaron a la labor, unos iban y venían; cambiábamos de labor a menudo, según lo que fuera más urgente; clasifique, organice, empaque, cargue, etc.

Un vaso con agua sirvió para refrescar el calor que sentíamos, y el segundo vaso con agua, unas horas más tarde estuvo acompañado de una de las frases célebres de la jornada, mientras descargábamos uno de los camiones; “así para qué gimnasio”. Inmediatamente la pregunta fue: Queda más por traer? La respuesta: Sí. Y la siguiente pregunta: Cuánto? Un viaje más? Y la respuesta: No, alcanza a haber como unos 4 viajes más.

4 VIAJES MÁS!!!! No vamos a acabar nunca. Y no acabamos ese día. Pero aún queda hasta el 31 de Diciembre para terminar de empacar, enviar y repartir las donaciones de miles o, seguramente, millones de Colombianos que decidieron utilizar una parte de la plata que tienen o que recibieron en esta época de fin de año para comprar uno o más mercados para tanta gente que no tiene ni la décima parte de lo que tenemos quienes podemos ir a regalar horas o días de ayuda voluntaria a cambio de dos vasos con agua, y de los que, mínimo, tenemos un computador para escribir y leer esto.

Si todos fuéramos así, y donáramos lo que sea; tiempo, ayuda, dinero, comida, ropa, cobijas, etc. seguro que todo sería mejor para todos.

Pero, cuántos siguen amasando sus fortunas y sólo le donan un carro cada vez más lujosos a su hijo? Cuántos compran mercados de millones de pesos para comer cosas que la mayoría nunca podrá siquiera probar? Cuántos pasan los domingos debajo de las cobijas tomando chocolate o cerveza para el guayabo mientras las donaciones comienzan a dañarse por falta de manos que agilicen su salida y entrega a quienes la necesitan? Cuántos siguen moviéndose por las congestionadas calles en carros último modelo de más de 100 millones de pesos, mientras miles de Colombianos caminan entre millones de litros de agua que se llevaron lo poco que tenían?

Gracias a Dios también existen muchas personas que, ponen su granito de arena, y compran, al menos un mercado, una cobija, un regalo; y algunos deciden ir ellos mismos a llevarlo y, de paso, a ver cómo es que se organiza todo.

No sabemos si nuestro modo de vida (el de todos) es el culpable del cambio climático y de que en un Diciembre, que suele ser soleado, aún llueva; pero lo que sí creo, es que si hemos sido bendecidos con una casa (independiente de cómo sea, y el estrato en el que se ubique), con alimento en nuestra mesa, con ropa en nuestro closet, con trabajo por el cual recibimos dinero; tal vez con un carro, una moto y probablemente, con otros lujos más, tenemos la responsabilidad moral con el mundo, con Dios, con nosotros de colaborar de la manera que mejor nos parezca y que nuestras posibilidades nos permitan con quienes no han tenido nuestra fortuna.

La mayoría decimos ser católicos, algunos pertenecen a otras religiones; pero sin importar lo anterior, todas las religiones promueven la caridad, la ayuda, la solidaridad. Rezar es importante, pedir por quienes pasan necesidades es importante, que la intención de las novenas que rezamos en esta época sea el bienestar de esas personas que sufren por el invierno está bien; pero no donamos, si no vamos y ayudamos, no sirve de mucho. Esas oraciones no han parado las lluvias, ni han hecho que el nivel del agua baje, ni que esas personas recuperen sus casas, animales, cosas, cultivos, familiares, etc. Esas oraciones han hecho que la gente les dé algo de lo que tienen en dinero, en donaciones, en ayuda.

Esas oraciones cómo han actuado en ti? Qué haces con tú dinero después de cubrir los gastos básicos tuyos y de tu familia más algunos gusticos personales? Qué haces con la ropa y cobijas arrumadas en el closet y que no se usan desde hace mucho? Qué haces con la comida después de quedar lleno o de que no te gusta? Botarla a la basura porque “eso no se lo comen ni los cerdos”? Qué haces los domingos? Y en vacaciones?

Cómo agradeces a Dios que no seas tú ni tu familia los que están con el agua hasta el cuello?