Manos desconocidas abren cajas de mercados previamente armados por almacenes Éxito, Carrefour y Alkosto, clasifican su contenido; en una canasta el azúcar, en otra la sal, en otra el arroz y así con los veinti-pico productos que contiene cada caja.
Al otro lado de la “barra” de clasificación, otras manos desconocidas de voluntarios de
Frente a una barra con rodillos sobre los cuales las cajas se deslizan fácilmente, se alinean los voluntarios que van empacando la misma cantidad de azúcar, sal, arroz, panela, aceite, enlatados, etc. en cada una de las cajas que se apilan sobre estivas, que luego son levantadas por montacargas y llevadas a los camiones de
Cuatro pequeñas manos también colaboran en la labor en las instalaciones de
Y sí son inmensas las torres de comida. Cuando íbamos terminando con la primera estiva de cajas, que debía tener alrededor de 60 cajas o más, escuchamos un sonido que se repetiría muchas veces durante la tarde, rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr, pi pi pi pi pi pi pi; el inconfundible sonido del montacargas que trabajaba a la par de los voluntarios bajando toda la ayuda que llegaba en los camiones y camionetas de
Pronto nos vimos atrapados por barricadas de cajas de alimento que nos rodeaban, dejando poco espacio para movernos en nuestra labor de clasificación. Otras manos más se sumaron a la labor, unos iban y venían; cambiábamos de labor a menudo, según lo que fuera más urgente; clasifique, organice, empaque, cargue, etc.
Un vaso con agua sirvió para refrescar el calor que sentíamos, y el segundo vaso con agua, unas horas más tarde estuvo acompañado de una de las frases célebres de la jornada, mientras descargábamos uno de los camiones; “así para qué gimnasio”. Inmediatamente la pregunta fue: Queda más por traer? La respuesta: Sí. Y la siguiente pregunta: Cuánto? Un viaje más? Y la respuesta: No, alcanza a haber como unos 4 viajes más.
4 VIAJES MÁS!!!! No vamos a acabar nunca. Y no acabamos ese día. Pero aún queda hasta el 31 de Diciembre para terminar de empacar, enviar y repartir las donaciones de miles o, seguramente, millones de Colombianos que decidieron utilizar una parte de la plata que tienen o que recibieron en esta época de fin de año para comprar uno o más mercados para tanta gente que no tiene ni la décima parte de lo que tenemos quienes podemos ir a regalar horas o días de ayuda voluntaria a cambio de dos vasos con agua, y de los que, mínimo, tenemos un computador para escribir y leer esto.
Si todos fuéramos así, y donáramos lo que sea; tiempo, ayuda, dinero, comida, ropa, cobijas, etc. seguro que todo sería mejor para todos.
Pero, cuántos siguen amasando sus fortunas y sólo le donan un carro cada vez más lujosos a su hijo? Cuántos compran mercados de millones de pesos para comer cosas que la mayoría nunca podrá siquiera probar? Cuántos pasan los domingos debajo de las cobijas tomando chocolate o cerveza para el guayabo mientras las donaciones comienzan a dañarse por falta de manos que agilicen su salida y entrega a quienes la necesitan? Cuántos siguen moviéndose por las congestionadas calles en carros último modelo de más de 100 millones de pesos, mientras miles de Colombianos caminan entre millones de litros de agua que se llevaron lo poco que tenían?
Gracias a Dios también existen muchas personas que, ponen su granito de arena, y compran, al menos un mercado, una cobija, un regalo; y algunos deciden ir ellos mismos a llevarlo y, de paso, a ver cómo es que se organiza todo.
No sabemos si nuestro modo de vida (el de todos) es el culpable del cambio climático y de que en un Diciembre, que suele ser soleado, aún llueva; pero lo que sí creo, es que si hemos sido bendecidos con una casa (independiente de cómo sea, y el estrato en el que se ubique), con alimento en nuestra mesa, con ropa en nuestro closet, con trabajo por el cual recibimos dinero; tal vez con un carro, una moto y probablemente, con otros lujos más, tenemos la responsabilidad moral con el mundo, con Dios, con nosotros de colaborar de la manera que mejor nos parezca y que nuestras posibilidades nos permitan con quienes no han tenido nuestra fortuna.
La mayoría decimos ser católicos, algunos pertenecen a otras religiones; pero sin importar lo anterior, todas las religiones promueven la caridad, la ayuda, la solidaridad. Rezar es importante, pedir por quienes pasan necesidades es importante, que la intención de las novenas que rezamos en esta época sea el bienestar de esas personas que sufren por el invierno está bien; pero no donamos, si no vamos y ayudamos, no sirve de mucho. Esas oraciones no han parado las lluvias, ni han hecho que el nivel del agua baje, ni que esas personas recuperen sus casas, animales, cosas, cultivos, familiares, etc. Esas oraciones han hecho que la gente les dé algo de lo que tienen en dinero, en donaciones, en ayuda.
Esas oraciones cómo han actuado en ti? Qué haces con tú dinero después de cubrir los gastos básicos tuyos y de tu familia más algunos gusticos personales? Qué haces con la ropa y cobijas arrumadas en el closet y que no se usan desde hace mucho? Qué haces con la comida después de quedar lleno o de que no te gusta? Botarla a la basura porque “eso no se lo comen ni los cerdos”? Qué haces los domingos? Y en vacaciones?
Cómo agradeces a Dios que no seas tú ni tu familia los que están con el agua hasta el cuello?
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