martes, 3 de diciembre de 2013

CORRER MEDIA MARATÓN (21 Km) EN ASCENSO EN MONTAÑA, CON UNA DIFERENCIA POSITIVA DE 1.100 m, CON HIPOGLICEMIA, SÍ SE PUEDE.

CORRER MEDIA MARATÓN (21 Km) EN ASCENSO EN MONTAÑA, CON UNA DIFERENCIA POSITIVA DE 1.100 m, CON HIPOGLICEMIA, SÍ SE PUEDE.

Martes 19 de Noviembre de 2013: Realizo la inscripción a la carrera Ascenso a Chingaza.

Miércoles 20 de Noviembre de 2013: Adquiero el cinturón de hidratación y guantes DriFit (por recomendación de la organización de la carrera) para el frío del páramo.

Viernes 22 de Noviembre de 2013. 5 a.m. La energía  de mi cuerpo se va. La fuerza de mis músculos se va. Me enfermo. Qué tengo? Por qué si me levanté bien, ahora estoy Battery Low?

5 p.m. Recojo el kit de la carrera ascenso a Chingaza a correrse en 2 días, el domingo 24 de Noviembre.
Todo el día sigo así. A ratos empeora. Trabajo así. En la tarde me ataca el sueño y el cansancio. Las pocas energías van desapareciendo. Duermo.

Todo el día esperé la aparición de más síntomas para aquello del auto-diagnóstico, pero nada. Sólo falta de energía.

Sábado 23 de Diciembre de 2013: Amanezco con un poco más de energía, pero aún está baja. Me fatigo al subir escaleras. El corazón se acelera y la respiración se agita.

Inicio auto-medicación con Picolinato de Cromo. Hago el pedido de Thermogen Coffee de Omnilife. Suspendo el azúcar, los dulces y reduzco harinas.
Todo el día igual, aunque en la tarde mejoro un poco.

En la noche voy a comprar una chaqueta delgada, impermeable (aún no sé qué tanto) para llevar como rompe-vientos, también por recomendación de la organización, y aprovechando el 35% de descuento en Totto en el mes de mi cumpleaños. Finalmente no tuve que utilizarla porque no llovió durante la carrera. De camino al centro comercial me tomo la primera dosis de Thermogen Coffee.

Domingo 24 de Noviembre de 2013: Día Ch de Chingaza y de Chanda (por la poca energía). Despierto a las 5: 30 a.m., reviso los niveles de energía y están un poco mejor que ayer, pero aún no del todo bien.

Sigo pensando qué hacer. Correr o no correr? He ahí el dilema.

Tras 3 días de pensar, mi auto-diagnóstico apunta  a la hipoglicemia; pues nunca aparecieron más síntomas. Lo único es la baja de energía, leve mareo en algunos momentos y fatiga ante esfuerzos físicos.

Me alisto y voy a la carrera.

Llegó faltando unos pocos minutos para la largada. Peor! No alcanzo a estirar ni a calentar. Bueno, igual no había energía ni para calentar…

Arranco atrás del grupo, lento pero a un ritmo constante; y pronto alcanzo y sobrepaso a un corredor. ¿???. Poco creíble. Había pensado que me mantendría atrás del grupo todo el tiempo, pues supuse que por “desentrenados” o por mal estado físico que tuvieran algunos participantes no iba a ser capaz de pasarlos, dado que no había con qué.

Sin embargo así fue. Sigo mi avance lento y constante, comienzo a alcanzar a otros, uno a uno, poco a poco y los voy pasando. Mi ritmo es lento, pero no me detengo. Varios de los que alcanzo ya van caminando, calculo que vamos en el kilómetro 2 o 3.

El paisaje comienza a cambiar; pasamos de algunas casas al puro monte, potreros, montañas; cambia la vegetación. A medida que ascendemos, desde los 2650 metros, el paisaje se va transformando en el típico del páramo.

Continúo el ascenso acompañado de un grupo, que por varios kilómetros son los mismos, no se quedan, no avanzan. Me sigue pareciendo increíble que con esta falta de energía logre mantener el mismo paso de un grupo de alrededor de 10 corredores; así sean los “rangas” (caballo viejo y acabado – worn out horse. http://definicion.dictionarist.com/ranga). Vamos en nuestra micro-carrera; nos adelantamos y nos quedamos tomando turnos; es gracioso.

De alguna manera, paso a paso, los metros y los kilómetros van quedando atrás; seguimos subiendo, el paisaje sigue cambiando; el sol que nos había acompañado se va esfumando, y se siente una temperatura más baja; pero no se siente frío. Mi cuerpo, de alguna manera, desconocida para mí, ha logrado obtener la energía necesaria para mantener las piernas corriendo y mi cuerpo caliente.

Luego de más de 2 horas y media de ascenso (a este paso) por fin corono la cima del trayecto; y comienza un leve y corto descenso, desde el cual se ven los buses, carros y la gente en la meta. Como siempre se ve cerca, pero en línea recta. Tras unos pasos más, sin saber de dónde ni cómo mi cuerpo libera la energía necesaria, salgo de la última curva y de frente está la meta, la cual, finalmente, cruzo, tras 3 horas y 5 minutos de mover las piernas sin detenerme nunca.

Como lo dice el título de esta nota, sí se puede correr por 21 km en un ascenso de 1100 m, con un déficit de energía; lo que no tengo claro es la explicación. Será que por la demanda del ejercicio el cuerpo organiza sus rutas metabólicas y regula la liberación de insulina, regulando así los niveles de azúcar en sangre y al interior de las células? Sólo hubo un momento de fatiga muscular en las piernas, que intentaron detenerse, pero a partir de ahí corrió con la mente.

También puede que mi auto-diagnóstico esté equivocado, pero lo cierto, es que sea lo que sea, el nivel de energía estaba bajo.

Desde la carrera de montaña anterior (Trail running Usaquén de 14 Km), tengo un profundo agradecimiento a mi papá, quien desde mi niñez, como a los 10 años, me llevó a trotar, a acampar, a caminar, a dejar kilómetros y kilómetros atrás, paso a paso, sin rendirse nunca, cargando un morral, aplazando la comida, aguantando el hambre; aplazando el descanso, aguantando el cansancio y dando tips de supervivencia y para el buen rendimiento físico; enseñando y formando con el ejemplo. Ejemplo de templanza, resistencia y fortaleza. Y finalmente, mostrando que vale la pena, y haciendo sentir la satisfacción ante el logro alcanzado.

En Usaquén con un ascenso fuerte en la mayoría de los tramos, sólo pensaba en que, así fuera gateando, terminaría la carrera. Pensamiento que también apareció en Chingaza, y, a pesar, de mi low energy, mi cerebro me llevó a la meta.

Ahora intento hacer lo mismo; y creo que no voy por tan mal camino, pues hace unas semanas, Sara, mi hija, me entrego una carta que, entre otras cosas, me agradecía por enseñarle a ser, cada vez, más fuerte.

Por último también debo agradecer a mi escolta, carro asistencia, conducido por mi esposa, quien hizo rugir el motor de mi Samurai cerca a mi, atrás, a mi lado y adelante; siempre pendiente de cualquier cosa que pudiera necesitar, y que también fue parte de la fuerza para continuar hasta el final.

Y si ahora quieren saber cómo se trotan 30 Km!!!!!!! En el mismo estado, no dejen de leer la próxima nota.

Hasta el próximo kilómetro.




Cuba, Turísticamente hermosa, históricamente fascinante, socialmente triste III

Cuba, Turísticamente hermosa, históricamente fascinante, socialmente triste III

Sabiendo que podríamos quedarnos dormidos hasta muy tarde, dejamos las cortinas un poco abiertas, para recibir la luz de la radiante y calurosa mañana del lunes 22 de Julio en La Habana. Nos levantamos, arreglamos y desayunamos. Tomamos el taxi de Nelson, quien por 12 cuc ($ 24.000) nos llevaría al centro de la ciudad, dejándonos cerca a la plaza de la catedral, por donde comenzaríamos nuestro recorrido de casi 7 horas a pie a lo largo y ancho de La Habana vieja.

Entre fotos, lugares turísticos, diferentes edificios y las plazas que habíamos conocido el día anterior, transcurrió el día. A media mañana vimos varios policías cubanos corriendo; luego encontramos un tumulto de gente, los policías y patrullas de policía. Había un señor de edad avanzada, moreno, canoso, vestido con un gorro y un peto de cartón con un aviso que permitía saber el motivo de su protesta callejera; no tenían gas ni comida, tenían hambre, pues no habían comido hacía 5 días. Chismoseamos unos minutos, en los que llegaron 2 patrullas más,  y nos fuimos. Al retirarnos, aún llegaban policías corriendo. Había que solucionar el inconveniente pronto; pues no pueden dejar que eso se vea, ni se sepa que sí aguantan hambre, que el gobierno les da una miseria de mercado; azúcar, arroz y sal, el estado les paga a todos, los empleadores no pueden pagar directamente a sus empleados, no pueden comprar más de 3 lb de carne, y tampoco tienen con qué hacerlo. El sueldo de los taxistas es de 200 a 300 cup (pesos cubanos), equivalentes a 8 a 12 cuc ($ 16.000 a 24.000) más un bono de 20 cuc ($ 40.000), es decir, en total, el equivalente a $ 56 a 74 mil pesos colombianos; el de un médico es de 500 cup (20 cuc: $ 40.000).

Además de lo anterior, Nelson nos enteró, a lo largo de 4 recorridos, en los que le pagamos 70 cuc ($ 140.000) de cómo viven los cubanos. A pesar de que el transporte en taxi o en bus es costoso, a ellos no les queda dinero, pues deben consignar alrededor de 800 cuc ($ 1´600.000) al mes para el gobierno, de los cuales, ya sabemos cuánto reciben. Existe variedad de colores en las placas de los carros cubanos; la placa amarilla, es el carro privado, del cual no hay muchos; la azul es la de los carros del estado; de los cuales hay muchísimas, la mayoría; como el de Nelson. El estado es dueño de los carros, se los dan a los taxistas para que los manejen, con el mantenimiento, combustible y repuestos a su cargo. No hay entrada de carros nuevos, no hay concesionarios. Los carros existentes en la isla, son del estado, o heredados por los actuales habitantes de sus abuelos; y así, muchos trabajan su carro particular como taxi, pues no hay mucho más de que vivir, que del turismo.

No existe la compra-venta de inmuebles. Pueden trabajar en diferentes oficios, como en los cultivos de caña de azúcar, para el estado; y luego de 2 años los anotan en una lista que les da permiso para adquirir un carro del estado, si es que tienen con qué. No pueden salir de la isla así como tan fácil; para esto necesitan una carta de invitación y pagarle al estado una suma de dinero considerable; o pertenecer a algún grupo musical reconocido y tener el permiso de salida para hacer presentaciones en otros países.

Al recorrer La Habana vieja, nos salimos del bulevard turístico, y caminando sus calles, en donde vive el pueblo cubano, vimos la real pobreza, el deterioro de las casas y cuartos minúsculos en los que viven varias personas; sus ropas viejas colgando de los balcones, las carnicerías malolientes, atestadas de cubanos esperando a que les vendan un mínimo trozo de carne; otros almorzando un pedazo cuadrado de pizza, de no más de 10 x 10 cm, en las ventas callejeras por un mínimo valor. Calles sin basura, pero con desagradable olor. Niños sin camisa jugando con cualquier objeto en las calles y sus angostos andenes.
De regreso al bulevard, más cubanos pidiendo una moneda para comer, intentando cambiar la moneda de 3 cup con el Ché Guevara por 10 cuc para comprar pan; otros ofreciendo paseos en carroza o en taxi, con la guía turística incluida; y otro tanto, invitando a los turistas a pasar a sus tiendas o puestos improvisados de artesanías, para que les compren cualquier cosa, pues también son empleados del estado, y también deben consignar un monto de dinero mensual a cambio de su mísero sueldo. A pesar de todo esto, los cubanos que ofrecen sus artículos y servicios en la calle, son respetuosos con el turista, no son intensos, a diferencia de nuestras cartageneras, y siempre intentan averiguar el origen de todo el que pase por allí, en todos los idiomas en los que saben hacer la pregunta; lo cual se torna divertido.

Así transcurrió el día, entre ir y venir, recorrer una calle y la otra, sentirme perdido todo el tiempo, y ser reubicado gracias a mi gps (mi esposa), y ser guiado por calles, callejones, edificios, gente cubana y turistas. Conocimos muchas tiendas de artesanías, llegamos al restaurante Floridita, cuyo aviso tiene la firma del escritor Ernest Hemingway, en donde se sirve el mejor Daiquirí de Cuba; entramos y salimos corriendo, pues su ambiente es demasiado bohemio para nuestro gusto y para almorzar; lleno de humo de tabaco, olor a alcohol, oscurecido por gruesas cortinas y mucha gente. Así que pasamos a un paladar (restaurante) cercano; en donde degustamos un par de ricos platos de pescado, a un precio más módico (20 cuc los dos).
También visitamos el Museo del Ron, en el cual nos recibieron con Guavana, que es jugo de naranja con ron blanco Havanna Club, por 5 cuc; luego pasamos al tour guiado, en el cual conocimos el proceso anterior y actual de cosecha de caña de azúcar, obtención del zumo, fermentación, obtención de aguardiente, que no se saca como tal, sino que se añeja para usarlo como base del ron. Su añejamiento determina la edad del ron. Y terminamos en la tienda, degustando ron y conociendo el ron Máximo, con 80 años de añejamiento y 1700 cuc ($ 3´400.000). 
Recorrimos las 4 plazas, ventas callejeras de libros, hotel Ambos Mundos del cual ya les conté antes, llegamos a la plaza vieja, en una de sus esquinas está la cámara oscura, ubicada en lo alto de un edificio de 8 pisos, la cual consiste en un periscopio que lleva las imágenes a una pantalla circular cóncava en un cuarto oscuro; en donde una cubana alegre (de las pocas) gira el periscopio y muestra las casas, plazas, edificios emblemáticos, muralla, bahía, etc. de la Habana Vieja; intercalando en su explicación, comentarios graciosos y chistes, que hacen la presentación muy amena.

Pasamos varias veces frente a la Bodeguita del medio, restaurante muy conocido, en donde se degusta excelente comida cubana, el mejor mojito de La Habana y se escucha muy buena música cubana interpretada por diferentes grupos, todos de altísima calidad, que viven de otro aspecto del turismo, incluyendo las propinas.

Finalmente, a las 4:45 p.m. salimos corriendo para la galería de artesanos. Es una gran bodega, tipo coliseo, que reúne gran cantidad de puestos de artesanías, pero el lunes estuvo cerrada por aseo y adecuaciones. Llegamos allí a las 5 p.m., hora a la que nuestro taxista Nelson, muy cumplidamente nos recogió para llevarnos de regreso al hotel, para acicalarnos y comer, para, nuevamente, salir; esta vez rumbo a la Muralla a presenciar el cañonazo de las 9; hora en la que multitud de gente, cubanos y turistas nos reunimos para ver marchar algunos policías, representando a los soldados españoles e ingleses, quienes finalmente encendieron la mecha del cañón y a las 9, casi en punto, sonó el cañonazo, en rememoración del cañonazo que en la época de la colonia sonaba a las 8 p.m. avisándole a los habitantes que a partir de ese momento quedaba cerrada la ciudad, protegiéndose de ataques de piratas y corsarios.

Luego de haber escuchado el “boom” más fuerte de toda mi vida, bajamos a tomar un taxi “americano” que resultó ser alemán, pues era un Audi del 60 con motor VW 66; el cual en pocos minutos nos llevó a El tablado de Pancho, restaurante bar en donde se presenta Buenavista Social Club todas las noches, excepto los miércoles, pues ese día viajan a Varadero a presentarse allá.

Allí, por 30 cuc cada uno, disfrutamos de un excelente show de música cubana con cantantes (y bailarines) de 80 años, que entre todos podrían sumar alrededor de 800 años, y tomando un par de cocteles y una pequeña picada con salami, queso y aceitunas. Fue una magnifica velada, una vez más, transportados al pasado por el show, con excelente sonido, ambiente y bebidas.

Al salir, Nelson, muy juicioso estaba esperándonos con su Peugeot SW para llevarnos de regreso al hotel, a dormir la última noche allí, antes de partir a Varadero.

Así que hasta mañana.




Cuba, Turísticamente hermosa, históricamente fascinante, socialmente triste II

Ahora que recupero la memoria, puedo decirles que la noche anterior hubo una interesante tormenta en el mar; en La Habana tuvimos una nublada, pero aún caliente noche. Recuerdan las cervezas? Las tomábamos mientras disfrutábamos del espectáculo de los rayos cruzando e iluminando el cielo, Los truenos retumbaban bastante fuerte, y contábamos el tiempo entre el relámpago y el trueno, y así sabíamos cuando estaba cerca a la isla y cuando se alejaba.

También les cuento, que al final de la tarde de ayer, fuimos a conocer la playa, para encontrarnos con una rocosa playa, que parecía un paisaje lunar. La Habana no tiene playas bonitas con arena, sólo roca; pero, a pesar de esto, vimos a cubanos y europeos bañarse en las aguas del mar atlántico; eso sí, debían entrar con algún tipo de calzado, pues la roca tiene puntiagudas salientes que lastimarían cualquier pie por grueso que fuera el callo.

El segundo día comenzó al despertar tras un reparador y largo sueño al lado de la mujer de mi vida; y ver una mañana bastante oscura, como que amanecía más tarde o tal vez continuaba la tormenta. Al mirar el reloj, las 8 a.m.; - qué dormilones! -. Y al correr las cortinas todo lo que creíamos desapareció al entrar la luz de un sol radiante. Teníamos un cielo totalmente despejado, bastante sol y una elevada temperatura; pero las gruesas y oscuras cortinas y el aire acondicionado no nos lo dejaban saber. Ante las evidencias anteriores, saltamos de la cama a alistarnos y desayunar, pues a las 10 a.m. nos recogería el bus en el que haríamos el city tour.

Si recuerdan, el día anterior habíamos descubierto poca comida en los estantes del mercado, unos excelentes sandwiches cubanos y unas muy buenas cervezas cubanas. Entre la cena de la primera noche y el primer desayuno encontraríamos variedad de carnes, huevos, frutas, panes y cereales; y comenzaríamos a descubrir las diferencias con nuestros alimentos. Frutas sin tanto color, y más bien insípidas; panes con sabor a masa cruda; carnes igualmente descoloridas e insípidas. Como la sal lo arregla todo, descubriríamos que es sal marina, de granos muy gruesos y que no sabe igual. Con razón importan sal colombiana! También descubriríamos que el mango, al contrario de los otros alimentos sí tiene sabor y color. El jugo de mango no es amarillo, sino un tanto café y su sabor igual; sabe a mango muy maduro, rayando en lo fermentado. Mi comida me permitió probar el plátano seco, harinoso y la papa insípida; y el desayuno me dio la posibilidad de probar la variedad de panes y algunos bizcochos. El único con sabor era una dona, puesto que estaba recubierta de azúcar, chocolate y frutas cristalizadas. Pobres cubanos; tras de todo lo mal que están por el régimen y la revolución, la tierra no les da alimentos llenos de color y sabor como los colombianos. Pero para compensar, sus habitantes le ponen mucho sabor a todos los espacios y momentos con su música cubana; fácil de encontrar en el lobby del hotel, el restaurante, la terraza, la piscina, las calles, los restaurantes,  etc., interpretando diferentes ritmos, canciones y con diversidad de instrumentos (guitarra, bongoe, conga, caja, flauta traversa, organeta, bajo, maracas, acordeón, etc) siempre amenizando todas las comidas y ratos de esparcimiento; siempre preguntando de mesa en mesa: “any song you prefer?”.

Muy a las 10 a.m. llego el bus por nosotros y nuestros compatriotas Luis y Claudia. En un recorrido de 4 horas vimos a través de los cristales del bus, La Habana; visitamos algunos lugares y caminamos el centro de La Habana Vieja; además escuchamos la explicación dada por una excelente guía, en español y portugués, dada la compañía de turistas brasileros. Era un señora, profesora de universidad, graduada en idiomas que además de los básicos (español, inglés, portugués, tal vez francés, también hablaba zuahili, pues el gobierno la había enviado a África a estudiar y trabajar como traductora oficial. Como todos los cubanos que no emigraron, debió regresar a trabajar en la isla como guía turística; una de las mejores).

Recorrimos la avenida de la bahía, el malecón, los túneles – uno de ellos construido por una firma de ingenieros franceses, por debajo del mar, cruzando la bahía, conectando la ciudad central con la zona turística de la fortaleza (alias muralla), el malecón, varias casas típicas de la época en la que Cuba era próspera; llena de casas grandes, de arquitectura republicana, con grandes puertas y ventanas y colores propios de las zonas costeras caribeñas, embajadas, el edificio réplica del capitolio estadounidense de Washington e iglesias.  

Recorrimos la  fortaleza, cruzando el túnel aspillerado, corredor angosto con ventanas con forma trapezoidal para poder ver hacia afuera sin ser visto, y pared arqueada, de manera que nuestro cerebro se veía engañado y caminábamos inclinados, pretendiendo compensar la inexistente inclinación del piso. Encontramos los cañones y sus balas, con las que defendían la ciudad de ataques de piratas y corsarios. Sabrán la diferencia, no? Pues yo no la sabía. Me la enseñó mi querida esposa, que tampoco lo sabía, pero que nuestros maravillosos guías cartageneros lo explican allá en su fortín (tampoco es castillo). Los piratas eran independientes y robaban para ellos, mientras que los corsarios robaban con el aval y para la corona de algún país.

En la plaza de la revolución, “tiramos unas buenas fotos” (en cubano) con los carros americanos y rusos que quedaron de la buena época de Cuba, con los cocotaxis (moto-taxis con un pequeño habitáculo en forma de coco, para 3 personas), frente a la torre de la revolución, punto más alto de Cuba, con 100 m y con mirador a toda La Habana en su piso superior, la biblioteca nacional, el monumento a Camilo Cienfuegos y al Ché Guevara.

Caminamos el centro de la ciudad, pasando por el Hotel Ambos Mundos, en el cual por largo tiempo vivió Ernest Hemingway; escribiendo varias de sus novelas; la plaza vieja, la plaza mayor, la plaza de la catedral. En la última se encuentra la catedral, la única del mundo que no cumple el requisito de tener ambas torres de iguales dimensiones, pues construyeron una del tamaño planeado, y ante la falta de dinero de Franciscanos y Dominicos, finalmente fue terminada por los jesuitas, pero quedando con la segunda torre más angosta que la primera. Recorrimos un par de iglesias; la de San Francisco de Asis, hoy museo, y la de Santa Clara, cerrada. En la catedral hay misa a las 6 p.m. los domingos. Esto muestra la poca religiosidad de los cubanos; lo cual se debe a que el gobierno había prohibido la religión, y por tanto, el catolicismo. Luego, tras la visita de Juan Pablo II, y, posteriormente, Benedicto XVI se han ido retomando las costumbres y tradiciones de las diferentes religiones que se profesan en la isla. Además vimos gran cantidad de tiendas de artesanías cubanas que recorreríamos con más calma - de afán - al día siguiente.
  
De regreso, hacia las 2:30 p.m., nos quedamos en un excelente restaurante, el Miramar, en un segundo piso, con balcón con vista al mar, y piscina; en donde degustaríamos una muy buena cocina cubana, en la preparación de dados de pargo y filete del mismo pescado, acompañados de la “guarnición” (arroz moros y cristianos y mojo (plátanos fritos)), un refrescante jugo de guayaba y un mojito, obviamente con ron Havanna club blanco.

Para bajar el almuercito caminamos hora y media de allí al hotel, un breve descanso, baño, cambio de ropa, hacer la reserva para ver a Buenavista Social Club la noche siguiente, a comer y salir corriendo a tomar un taxi Volga con la varilla del clutch rota, que por 7 cuc ($ 14.000) nos dejó a las 9:45 p.m. en el  Hotel Nacional, para ver al Cabaret Parisiene, divertido show de baile internacional, principalmente cubano, con clase de baile incluida, concurso y certificado al mejor bailador de la noche que recibimos tras hacer el oso en la tarima junto con una pareja de mujeres españolas y una brasilera, frente a una buena cantidad de ojos que nos observaban.
Luego de haber gozado, habernos divertido con el show, las clases y el concurso, y haber disfrutado un par de refrescantes cervezas cubanas, salimos a tomar el taxi Peugeot 306 SW conducido por Nelson, que nos acompañaría en los demás recorridos hasta que dejáramos La Habana, quien por 10 cuc nos llevó de regreso al hotel y, después de acordar como hora de recogida las 10 a.m. del día siguiente, a dormir.


Hasta mañana.