martes, 3 de diciembre de 2013

Cuba, Turísticamente hermosa, históricamente fascinante, socialmente triste III

Cuba, Turísticamente hermosa, históricamente fascinante, socialmente triste III

Sabiendo que podríamos quedarnos dormidos hasta muy tarde, dejamos las cortinas un poco abiertas, para recibir la luz de la radiante y calurosa mañana del lunes 22 de Julio en La Habana. Nos levantamos, arreglamos y desayunamos. Tomamos el taxi de Nelson, quien por 12 cuc ($ 24.000) nos llevaría al centro de la ciudad, dejándonos cerca a la plaza de la catedral, por donde comenzaríamos nuestro recorrido de casi 7 horas a pie a lo largo y ancho de La Habana vieja.

Entre fotos, lugares turísticos, diferentes edificios y las plazas que habíamos conocido el día anterior, transcurrió el día. A media mañana vimos varios policías cubanos corriendo; luego encontramos un tumulto de gente, los policías y patrullas de policía. Había un señor de edad avanzada, moreno, canoso, vestido con un gorro y un peto de cartón con un aviso que permitía saber el motivo de su protesta callejera; no tenían gas ni comida, tenían hambre, pues no habían comido hacía 5 días. Chismoseamos unos minutos, en los que llegaron 2 patrullas más,  y nos fuimos. Al retirarnos, aún llegaban policías corriendo. Había que solucionar el inconveniente pronto; pues no pueden dejar que eso se vea, ni se sepa que sí aguantan hambre, que el gobierno les da una miseria de mercado; azúcar, arroz y sal, el estado les paga a todos, los empleadores no pueden pagar directamente a sus empleados, no pueden comprar más de 3 lb de carne, y tampoco tienen con qué hacerlo. El sueldo de los taxistas es de 200 a 300 cup (pesos cubanos), equivalentes a 8 a 12 cuc ($ 16.000 a 24.000) más un bono de 20 cuc ($ 40.000), es decir, en total, el equivalente a $ 56 a 74 mil pesos colombianos; el de un médico es de 500 cup (20 cuc: $ 40.000).

Además de lo anterior, Nelson nos enteró, a lo largo de 4 recorridos, en los que le pagamos 70 cuc ($ 140.000) de cómo viven los cubanos. A pesar de que el transporte en taxi o en bus es costoso, a ellos no les queda dinero, pues deben consignar alrededor de 800 cuc ($ 1´600.000) al mes para el gobierno, de los cuales, ya sabemos cuánto reciben. Existe variedad de colores en las placas de los carros cubanos; la placa amarilla, es el carro privado, del cual no hay muchos; la azul es la de los carros del estado; de los cuales hay muchísimas, la mayoría; como el de Nelson. El estado es dueño de los carros, se los dan a los taxistas para que los manejen, con el mantenimiento, combustible y repuestos a su cargo. No hay entrada de carros nuevos, no hay concesionarios. Los carros existentes en la isla, son del estado, o heredados por los actuales habitantes de sus abuelos; y así, muchos trabajan su carro particular como taxi, pues no hay mucho más de que vivir, que del turismo.

No existe la compra-venta de inmuebles. Pueden trabajar en diferentes oficios, como en los cultivos de caña de azúcar, para el estado; y luego de 2 años los anotan en una lista que les da permiso para adquirir un carro del estado, si es que tienen con qué. No pueden salir de la isla así como tan fácil; para esto necesitan una carta de invitación y pagarle al estado una suma de dinero considerable; o pertenecer a algún grupo musical reconocido y tener el permiso de salida para hacer presentaciones en otros países.

Al recorrer La Habana vieja, nos salimos del bulevard turístico, y caminando sus calles, en donde vive el pueblo cubano, vimos la real pobreza, el deterioro de las casas y cuartos minúsculos en los que viven varias personas; sus ropas viejas colgando de los balcones, las carnicerías malolientes, atestadas de cubanos esperando a que les vendan un mínimo trozo de carne; otros almorzando un pedazo cuadrado de pizza, de no más de 10 x 10 cm, en las ventas callejeras por un mínimo valor. Calles sin basura, pero con desagradable olor. Niños sin camisa jugando con cualquier objeto en las calles y sus angostos andenes.
De regreso al bulevard, más cubanos pidiendo una moneda para comer, intentando cambiar la moneda de 3 cup con el Ché Guevara por 10 cuc para comprar pan; otros ofreciendo paseos en carroza o en taxi, con la guía turística incluida; y otro tanto, invitando a los turistas a pasar a sus tiendas o puestos improvisados de artesanías, para que les compren cualquier cosa, pues también son empleados del estado, y también deben consignar un monto de dinero mensual a cambio de su mísero sueldo. A pesar de todo esto, los cubanos que ofrecen sus artículos y servicios en la calle, son respetuosos con el turista, no son intensos, a diferencia de nuestras cartageneras, y siempre intentan averiguar el origen de todo el que pase por allí, en todos los idiomas en los que saben hacer la pregunta; lo cual se torna divertido.

Así transcurrió el día, entre ir y venir, recorrer una calle y la otra, sentirme perdido todo el tiempo, y ser reubicado gracias a mi gps (mi esposa), y ser guiado por calles, callejones, edificios, gente cubana y turistas. Conocimos muchas tiendas de artesanías, llegamos al restaurante Floridita, cuyo aviso tiene la firma del escritor Ernest Hemingway, en donde se sirve el mejor Daiquirí de Cuba; entramos y salimos corriendo, pues su ambiente es demasiado bohemio para nuestro gusto y para almorzar; lleno de humo de tabaco, olor a alcohol, oscurecido por gruesas cortinas y mucha gente. Así que pasamos a un paladar (restaurante) cercano; en donde degustamos un par de ricos platos de pescado, a un precio más módico (20 cuc los dos).
También visitamos el Museo del Ron, en el cual nos recibieron con Guavana, que es jugo de naranja con ron blanco Havanna Club, por 5 cuc; luego pasamos al tour guiado, en el cual conocimos el proceso anterior y actual de cosecha de caña de azúcar, obtención del zumo, fermentación, obtención de aguardiente, que no se saca como tal, sino que se añeja para usarlo como base del ron. Su añejamiento determina la edad del ron. Y terminamos en la tienda, degustando ron y conociendo el ron Máximo, con 80 años de añejamiento y 1700 cuc ($ 3´400.000). 
Recorrimos las 4 plazas, ventas callejeras de libros, hotel Ambos Mundos del cual ya les conté antes, llegamos a la plaza vieja, en una de sus esquinas está la cámara oscura, ubicada en lo alto de un edificio de 8 pisos, la cual consiste en un periscopio que lleva las imágenes a una pantalla circular cóncava en un cuarto oscuro; en donde una cubana alegre (de las pocas) gira el periscopio y muestra las casas, plazas, edificios emblemáticos, muralla, bahía, etc. de la Habana Vieja; intercalando en su explicación, comentarios graciosos y chistes, que hacen la presentación muy amena.

Pasamos varias veces frente a la Bodeguita del medio, restaurante muy conocido, en donde se degusta excelente comida cubana, el mejor mojito de La Habana y se escucha muy buena música cubana interpretada por diferentes grupos, todos de altísima calidad, que viven de otro aspecto del turismo, incluyendo las propinas.

Finalmente, a las 4:45 p.m. salimos corriendo para la galería de artesanos. Es una gran bodega, tipo coliseo, que reúne gran cantidad de puestos de artesanías, pero el lunes estuvo cerrada por aseo y adecuaciones. Llegamos allí a las 5 p.m., hora a la que nuestro taxista Nelson, muy cumplidamente nos recogió para llevarnos de regreso al hotel, para acicalarnos y comer, para, nuevamente, salir; esta vez rumbo a la Muralla a presenciar el cañonazo de las 9; hora en la que multitud de gente, cubanos y turistas nos reunimos para ver marchar algunos policías, representando a los soldados españoles e ingleses, quienes finalmente encendieron la mecha del cañón y a las 9, casi en punto, sonó el cañonazo, en rememoración del cañonazo que en la época de la colonia sonaba a las 8 p.m. avisándole a los habitantes que a partir de ese momento quedaba cerrada la ciudad, protegiéndose de ataques de piratas y corsarios.

Luego de haber escuchado el “boom” más fuerte de toda mi vida, bajamos a tomar un taxi “americano” que resultó ser alemán, pues era un Audi del 60 con motor VW 66; el cual en pocos minutos nos llevó a El tablado de Pancho, restaurante bar en donde se presenta Buenavista Social Club todas las noches, excepto los miércoles, pues ese día viajan a Varadero a presentarse allá.

Allí, por 30 cuc cada uno, disfrutamos de un excelente show de música cubana con cantantes (y bailarines) de 80 años, que entre todos podrían sumar alrededor de 800 años, y tomando un par de cocteles y una pequeña picada con salami, queso y aceitunas. Fue una magnifica velada, una vez más, transportados al pasado por el show, con excelente sonido, ambiente y bebidas.

Al salir, Nelson, muy juicioso estaba esperándonos con su Peugeot SW para llevarnos de regreso al hotel, a dormir la última noche allí, antes de partir a Varadero.

Así que hasta mañana.




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