sábado, 8 de agosto de 2009

PERROS DE PELUCHE


El dedo de un pequeño ser humano presiona la cornea de un ser vivo peludo de cuatro patas, quien parpadea y retira la cabeza, para pronto sentir que se eleva unos centímetros pero suspendido de sus largas orejas de sabueso. Unos minutos más tarde, siente unos atenazadores dedos (gracias al pulgar oponible que vimos en Ilha das flores) presionar su traquea, lo que lo hace toser. Todo lo anterior divierte al ser humano, pero no al perro.
Esta es una escena común cuando un perro cae en las garras de un niño o niña (a veces de veintitantos años) y es tratado como muñeco de peluche. A la vez es una situación de riesgo por varios motivos. Primero, el perro está siendo maltratado aunque no lo exprese; segundo, se está permitiendo, y por tanto, enseñando a los niños que los animales son para hacer lo que queramos con ellos; tercero, la relación jerárquica entre el niño (amo o líder) y el perro (seguidor) no se establece adecuadamente; cuarto, dependiendo del temperamento del perro, éste puede comenzar a tener miedos hacia los humanos o tornarse agresivo por defenderse.
Existe gran variedad de temperamentos caninos; desde los nerviosos, pasando por los sumisos, los nobles, hasta los agresivos. En la etapa de cachorro, este temperamento junto con la educación recibida de la madre, la de los humanos-nueva manada y de personas externas harán del perro lo que será el resto de su vida; por lo que es de gran importancia conocer la raza que tendremos, conocer el temperamento particular de nuestra nueva mascota y realizar una adecuada educación.
Parte de esta educación consiste en, como adultos, enseñar a los niños la forma adecuada de tratar a los demás seres vivos, en especial al recién llegado “perro de peluche”, al tiempo que enseñamos la correcta forma en la que el perro debe tratar a los humanos por pequeños que sean.
Siempre se debe propender por generar una relación en la que todos los humanos sean líderes y estén por encima del perro en la escala jerárquica; sin que esto quiera decir que se permite el maltrato hacia ellos, o que los niños pueden hacerles lo que quieran. Esto quiere decir, que el perro debe respetar y no dar muestras de dominancia sobre nadie, ni siquiera sobre los niños; siendo, a la vez, respetados por todos.
Si al jugar, el perro resulta sobre el niño; esto le dará la idea, y así lo creerá, que él es el dominante sobre el niño y por tanto no tiene porque respetarlo ni obedecerle. Si al salir a caminar, permitimos que el perro vaya adelante del niño con o sin correa, esto le dará la idea que él es el líder. Si en los juegos, como halar un objeto, permitimos que el perro siempre gane, él se considerará el líder. Si el perro y el niño comen a la misma altura (ambos en el piso o ambos en la mesa) el perro lo tomará como uno más de la manada igual a él. Si el perro duerme o tiene acceso a lugares elevados (camas, sillas, etc.) en las que también se encuentra el niño, adivinen que pasará.
Pero tampoco debemos permitir que el niño tome al perro como un juguete y lo maltrate dentro del juego. También debemos enseñar al niño que el perro es como él, que siente y por tanto, siente dolor. Se le debe enseñar desde ese momento, y aprovechando al perro, respeto por los seres vivos. Así comenzaremos a salvar al azul, al verde, al gris y a todos los animales.
En la práctica veterinaria se encuentran casos en los que los perros llegan con extrañas lesiones o cuerpos extraños en los orificios corporales, como objetos en nariz, orejas o ganchos metálicos de ropa incrustados en la faringe. Es imposible que el perro haya puesto dichos objetos allí, ya que ni siquiera tienen manos como las de los homínidos; y es difícil que ante el dolor siga ingiriendo el gancho de ropa. Los dueños no suelen reportar lo sucedido por pena (supongo), pero es evidente que alguien puso allí los objetos.
En ocasiones, como la del gancho de ropa, se pone en peligro la vida del animal, ya que se obstruía la vía respiratoria con el gancho, sangre y saliva.
La meta es dejar a los perros ser lo que son. Así como no debemos humanizarlos por el bien de ellos, el nuestro y el de la relación amo-perro, tampoco debemos convertirlos en muñecos de peluche ni alzarlos y guardarlos entre el abrigo o la cartera ante la presencia de perros de mayor tamaño. Esto es comparable a la sobreprotección en niños, que bien sabemos todos los daños que causa para el futuro de la vida adolescente, joven y adulta de los niños que han sufrido de sobreprotección. En conclusión, no se los deja obtener las herramientas para sobrevivir en el mundo, solos, como finalmente tendrán que enfrentarse al mundo. Esto no permite generar la confianza en sí mismo que todo humano y todo perro debe tener para disfrutar la vida, libre de temores.
Se debe dejar al perro ser perro y al niño ser niño, educando a ambos.
Todas las acciones mencionadas como generadoras de una inadecuada relación perro-niño también aplican para los adultos. El líder es quien va adelante, dirigiendo la manada; es quien lleva a los demás a donde quiere; es quien debe enfrentarse primero con los peligros de la selva; es quien come primero; es a quien pertenecen los lugares elevados para observar a toda la manada, controlarla y protegerla; es quien obtiene los beneficios primero (comida, juego, juguetes, salidas, etc.). Controlar esto, de manera que sea el humano quien maneje siempre la situación y decida (de una manera justa) cuando sucederá cada acción es lo que hará que la adecuada relación amo-perro se desarrolle adecuadamente, y que, tras unos meses de educación, se tenga un perro educado, obediente y disfrutable en todo lugar y ocasión.

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