martes, 3 de noviembre de 2009

MEDIA MARATÓN GUATAVITA 20 de Septiembre de 2009


En la valla ya se alcazaba a leer “META”. Faltaba poco, eran unos metros de dar algunos pasos y ya; era el final.

Unos segundos antes se veía una valla a la entrada del pueblo, parecía ser la meta, pero al acercarme pude ver que no. Era cualquier otra valla con algún anuncio para los usuarios de la carretera. Carretera que durante 2 horas y 30 minutos fue el escenario del recorrido de la segunda media maratón El Dorado de Guatavita.

Fue necesario madrugar bastante, dado el recorrido que debía hacer. Levantarme, vestirme, alistar la indumentaria y ropa de cambio; nos bañaríamos allá, así que además toalla, jabón, etc., comer algo para aguantar una carrera de fondo, salir a pie, rezar porque pasara una buseta a las 5:30 a.m., tomar la buseta, bajarme, tomar un Transmilenio, bajarme, caminar, llegar a la casa de mis papás, subirme al carro, viajar hasta Guatavita, tras recoger a dos invitados extranjeros.

Ya en Guatavita, luego de hora y media de recorrido, alistarse, caminar al sitio de partida, calentar y correr 21 Km por la carretera que de Guatavita lleva a Sesquilé. La primera parte del recorrido en ese sentido por 10,5 Km y de regreso.

El 17 de septiembre en la noche la cantidad de virus en mi faringe era tal que los primeros síntomas de la invasión aparecieron. Un ardor en la garganta. Para el 18 en la mañana, había fiebre, inflamación de las amígdalas y faringe y secreción nasal. Ese día en la tarde la fiebre alteró de tal manera el metabolismo con el fin de evitar la replicación viral, que alcanzó a afectar el normal funcionamiento del cuerpo. Estaba débil, caminaba lento y ardía en fiebre, tenía escalofrío; y sólo pensaba en la carrera. Y ahora qué?

Comenzó el arsenal de antipiréticos, analgésicos, gotas extrañas obtenidas de plantas y con supuestos poderes para subir las defensas, y antibiótico para la infección bacteriana secundaria, que ya hacia de las suyas. El 19 la batalla continuaba, ahora afloraban los “fuegos” alrededor de la boca debido al “papayaso” para los virus, dada la “enfermedad”. En la tarde la situación había mejorado, pero aún no estaba recuperado.

El 20, en la madrugada aún tenía fiebre, aunque menos, secreción nasal y faríngea, las amígdalas como dos pelota de ping-pong y algo de debilidad. Pero así llegue a la línea de partida. Las piernas comenzaron a correr y el sistema cardiopulmonar hacía su trabajo. Los ascensos y descensos de la carretera desgastaban el cuerpo y hacía que aparecieran momentos de debilidad, la energía se agotaba; y sólo era el inicio. Pensé en detenerme. Debía parar? Pero entonces aparecía de nuevo la energía, y continuaba un poco más. En las bajadas aceleraba. Las subidas me frenaban un poco. Pero obligaba a las piernas a continuar. No tenía fiebre gracias al doping con doble dosis de Dolex que había tomado unos minutos antes de la carrera, lo que mejoraba el panorama.

Sabía que mi ritmo de carrera estaba disminuido y que me demoraría más de lo normal en mí. Veía como otros corredores que había dejado atrás, ahora me adelantaban. Fueron unos largos kilómetros bajo el sol de la sabana de Bogotá, alternado con el frío propio de la zona. Llegar a los 10,5 Km fue grandioso; ya iba por la mitad. Faltaba la otra mitad, pero el regreso ya es “más suave”. A pesar del cansancio y agotamiento, ya habiendo coronado la mitad, aumenta el ánimo y se sacan las fuerzas necesarias para continuar. Fue un regreso lento, gracias al robo de energía por parte de mis microscópicos huéspedes, pero paso a paso se fue logrando y, al final, faltando pocos metros, como sucede en todas las carreras, aparecieron las fuerzas que nunca se sabe de donde salen y aumente la velocidad hasta cruzar la meta.

Había logrado terminar una media maratón acompañado por miles de virus y bacterias en mi cuerpo, y por muchos otros corredores que con mucho o poco entrenamiento corrieron adelante, al lado, atrás; incluyendo a mi papá, quien decidió por primera vez en su vida pasar de las carreras de medio fondo (10 Km) a una de 21 Km. Tal vez fue la envidia de verme correr y terminar la media maratón de Bogotá lo que lo hizo decidirse a correr esta. Jaja. No, mentiras.

Seguramente fue el espíritu deportivo y aventurero, más el sitio en el que se corría, lugar en el que nació y vivió parte de su familia; sus abuelos, sus padres y demás ancestros, más el atractivo turístico y de aventura que siempre ha tenido ese municipio para él y para nosotros sus hijos, más mi invitación a correrla los dos; y tal vez, otras razones que escapan a mi telepatía.

Si correr la media maratón de Bogotá fue grandioso y satisfactorio, correr la de Guatavita, con la misma distancia, pero llevando aquellos indeseados huéspedes fue aún mejor. Después de cruzar la meta; un banano, una bolsa de agua, unos sorbos de gatorade y una medalla son más que suficiente recompensa.

Un baño con agua tibia en uno de los hoteles del pueblo, un almuerzo sencillo pero reconfortante fueron el cierre de esta actividad física, y lo justo para dormir en la flota durante todo el recorrido de regreso a Bogotá, para continuar la recuperación de mi amigdalo-faringitis. Perdón. De mi faringo-amigdalitis.

Aún me pregunto qué habría pasado si hubiera decidido no correrla por estar enfermo; qué habría pasado si me retiro antes de terminarla. Será que la recuperación fue más rápida por haber hecho ejercicio? O más lenta por el esfuerzo, el gasto de energía y el frío en algunos tramos y mientras caminaba empapado en sudor al hotel? O no habría diferencia? No lo sé y no lo sabré; pero tengo la certeza que la satisfacción personal no habría sido la misma, a pesar de la razón médica para no hacerlo.

Es de aclarar que no se puede ni se deben realizar todas las actividades físicas al estar enfermo. Depende de la actividad, el lugar, el entrenamiento y la enfermedad. Por si acaso… no va y sea que después alguien resulte peor de enfermo por seguir mi mal ejemplo.

Si así de duras son las medias maratones, con sus 21 Km, cómo será una completa de 42 Km??? Tal vez algún día.

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