viernes, 21 de mayo de 2010

DISFRUTAR DE LA GENTE EN VIDA


Hace unos pocos días, disfrutando de la gente en vida, regresó a mi la inspiración que me había abandonado un tiempo atrás. Y llegó de la mano de dos “musas”, K & K serán aquí.

Una de ellas me inspiró con su blog, con su forma de escribir, con sus crónicas y sus relatos que hacía tantos años no escuchaba; y recordé los días en que escribía y luego, en las tardes de domingo o en las noches de semana, robadas a las ocupaciones; me leía con un místico tono de voz que se disfrutaba como ninguno.

La segunda me inspiró, igualmente sin saberlo, con sus fotos, la mayoría en compañía de su perro y de otros perros que, imagino, no son suyos, pero que se deduce los quiere y disfruta.

Buscando, una vez más, robarle tiempo a las ocupaciones diarias, para sacar provecho de la presencia de la musa mayor de la inspiración; llega un suceso de la vida, que aparece de tanto en tanto, en forma de lo opuesto a la vida. Aquel personaje de túnica negra con capucha y una oz. Y esta vez se lleva un compañero, amigo, ingeniero, profesor, jefe, coordinador y otros papeles de la vida que no conocí.

Y ahora recuerdo que le quedé debiendo una o más idas a jugar bolos, para que me ganara una y otra vez con sus certeros lanzamientos y sus zapateos cuando se descachaba; y para que se burlara de mis frecuentes “canalazos”. Ahora sólo puedo decir que se lo (s) pagaré cuando nos encontremos en ese descocido otro lado; tal vez allá mejore mi lanzamiento, y no deba hacerlo desde el carril de al lado, para evitar la canal.

Espero poder practicar lo suficiente para que no me gane por tanto.

Y espero poder disfrutar de la gente en vida.

Vemos a menudo – basta con salir de Bogotá hacia el norte un domingo cualquiera – como la gente visita a “sus muertos” en los cementerios del norte, y, seguramente, será igual en los del centro y los del sur, y los demás puntos cardinales. Filas de carros ingresan, llevando a familiares y amigos, llevando flores para adornar las tumbas, donde en muchos casos, ya no hay más que un cajón con unos huesos. No será la primera vez que escuchen decir que mejor les hubieran dado esas flores en vida y no ahora que se fueron. Que ya no las pueden disfrutar. Seguramente están recibiendo más flores muertos que las que recibieron vivos. Qué mal, no?

La vida nos absorbe. Trabajamos, y luego descansamos viendo T.V. y a los amigos y familiares los dejamos de lado a medida que avanza la vida. Y luego, se van, y ya no se podrán aplazar más, porque ya no hay un después que conozcamos. Cuántas veces no hemos dejado de llamar y compartir con amigos, hermanos, padres, compañeros por física pereza? O pensamos que otro día será y ya. Pero no siempre se puede, porque ese otro día, tal vez, algo pasa, y esa persona ya no está más.

Cuánto tiempo pasamos frente al televisor, muchas veces solos; y otras veces acompañados, pero tan absorbidos por lo que vemos, que ni notamos la presencia de nuestra “compañía” a nuestro lado. Ese tiempo, ni el televisor, ni nada nos lo va a devolver para disfrutar de nuestra gente. No sería mejor compartir con esos seres que son tan efímeros como nosotros y que en cualquier momento parten de nuestro lado? No sería mejor sí tomar el teléfono, marcar y decir un “cuándo nos vemos”, “mañana paso un rato y te saludo”, “salgo de trabajar y jugamos bolos”, “tenme onces que voy a visitarte”. Seguramente, después se extrañarán lo mismo o más, pero sabremos que no desperdiciamos momentos de estar con esa persona.

Como siempre digo, acá se vale todo; cantar juntos, incluso con voz de tarro; trotar juntos, independiente del ritmo de cada uno; tomar un tinto con aquel compañero que se tomó la molestia de invitar a tomar tinto, incluso en medio del trabajo que muy concentrados hacíamos, y así el tinto no sea nuestra bebida favorita; montar bicicleta, así uno salte hasta por encima de los carros mientras el otro se baja para cruzar las calles; jugar bolos, así uno lance por el centro siempre y el otro lance por la canal siempre; tomar té, tomar chocolate o café, tomar guaya, comer gallina, armar cubos Rubik o no Rubik, tomar cerveza, comer en El Carnal, leer, observar la ciudad de noche, ir al autódromo, etc.

Y cuantas otras veces tenemos a esos seres a nuestro lado, y ni siquiera nos damos cuenta que no los miramos, no les hablamos, no los determinamos, agradecemos pero rechazamos todas sus invitaciones porque siempre tenemos cosas más importantes que hacer. Claro que cumplir con las demás cosas, como el trabajo es importante, pero no puede ser que no tengamos unos pocos minutos para ese tinto, para ese café, para esas onces, para ese almuerzo, para esos bolos, para esa pizza, para esa cerveza. Cómo es posible que vivamos cambiando eso por permanecer solos, por trabajar y trabajar, porque siempre podemos adelantar algo, o siempre estamos tan ocupados en nuestras individuales cosas.

Aún hay amigos por visitar, hijos de amigos por conocer, cervezas por tomar, guayas por repetir, kilómetros por pedalear, caminatas por hacer, amigos por llevar a visitar otros amigos, películas por ver, historias por escuchar, flores por entregar; tendrá que haber tiempo para todos… el sueño atrasado mientras se compartía, ya se recuperará otro día, así sea el día del sueño eterno, en el que ya no podremos compartir más con ninguno de ellos.

Si es cierto que todas las personas que pasan por nuestras vidas nos dejan alguna enseñanza, aquí, claramente, hay una. But of course! (as he used to say).

En unas horas nos encontraremos sus amigos, familiares y compañeros. Y, una lamentable, vez más, será la muerte la que nos reúna a los amigos que hace, quizá, años no nos vemos. Esto tampoco debería ser así. Por qué debemos esperar a que algún amigo común muera para re-encontrarnos? Por qué siempre son estos sucesos los que nos vuelven a reunir y no es la costumbre frecuente de la vida?

No sé. Supongo que es parte de lo que esas personas deben hacer, incluso al final de sus vidas. Reunir a los amigos. Ahora, lo que sigue es esperar que esos amigos no vuelvan a desaparecer hasta que otro más parta de esta vida, y luchar por uno tampoco desaparecer, por estar frecuentemente con ellos, para disfrutarlos en vida.

Finalmente, nos reuniremos, con nuestros trajes negros o, al menos, oscuros; mostrando la solemnidad, y la tristeza. Esto es una tradición y es un símbolo en estos momentos; sin embargo, por lo menos yo, quisiera que el día que me toque a mi, la gente que asista a mi despedida, vaya con trajes formales, pero alegres; con tonos suaves, pero alegres. Estarán tristes por mi partida, pero felices de mi viaje al encuentro con Dios. Y así como el día en que mi amigo Juan se vaya, cantaremos “Aire” aunque nos toque leer la letra porque no nos la sabemos, yo espero que en mi día, la gente vaya con trajes más alegres que ese negro que tanto he usado en la vida.

El pantalón negro con camisa blanca me parce bien, si quieren mantener colores sobrios. Además en Feng Shui lo recomienda para revitalizar y poner las energías del ser a funcionar adecuadamente. Y se vería chévere, todos con las camisas blancas apuntando al cielo, de donde provienen las buenas energías; y a dónde viajamos en ese momento. Al cielo ese Dios que nos tiene acá para hacer las cosas lo mejor posible y mejorar a diario.

A Dios…

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